En la función que nos ocupa, con una programación de gran calado romántico, la dirección efectiva y ordenada del director, pero contundente y de tempo vivo, en las obras sinfónicas, y la entrega de los miembros de la orquesta a la explotación extrema del sonido, además de escucharse, se veía. La colorista y descriptiva obertura sinfónica de Mendelssohn La Gruta de Fingal abrió una velada que se movió entre la agitación y el remanso. Arthur Fagen impuso, desde esta primera obra, un sonido amplio y abierto a la orquesta, que respondió muy bien, con acertado contraste entre las fuerzas del mar y sus remansos. La primera sinfonía de Brahms, que el titular ataca decidido y de memoria, fue un torbellino sonoro de principio a fin -siempre dentro de las posibilidades de la orquesta-. El señor Fagen opta por unos tiempos ágiles, como corresponde a contar con una agrupación no muy numerosa, donde no se pueden dilatar en exceso los ecos sonoros. Pero se impuso la claridad de las texturas orquestales, una sobria expresividad, a favor del brillo, y un carácter viril del tempo. Una interpretación incisiva, movida, vibrante. Persuasiva en todos sus movimientos, coherente y sin sobresaltos con el planteamiento inicial. …… ésta arrebató al público, por su carácter abierto y directo.
Diario de Noticias, February 15, 2012
La labor directorial fue impecable, sobresaliente también, en la realización de estas dos obras, preciso y muy claro en su gesto, condujo con éxito la interpretación de estas dos obras complejas en su realización.
Joaquin Valdeon, lne.es, Diario independiente de Asturias, December 17, 2011
Pero personalmente el protagonista fue el maestro Fagen, capaz de ensamblar un programa tan distinto y hacernos salir del auditorio con el ánimo en lo alto. ….el solista … Fernando Arias resultó el perfecto virtuoso que dio todo en los dos movimientos de que consta la obra….. estuvo arropado por ( ) la orquesta que colaboraron enormemente al excelente resultado final, sin olvidarnos otra vez del gran Fagen, atento a cada detalle, matices increíbles, cambios de tiempo y compás endemoniados, así como colchones sonores y melodías complementarias en una formación donde el piano consiguió enriquecer la ya de por sí rica paleta tímbrica. La Sinfonía nº 8 en Sol M, Op. 88 de Dvorak ( ) supuso la auténtica puesta de largo de la formación ovetense. Desde el primer acorde del Allegro con brio presentí por el “tempo” inicial que iba a ser distinta, como así sucedió en todo el desarrollo, escuchando perfectamente todas las secciones, equilibrio de planos, matices que acallaron toses… El Adagio logró un empaste de auténtico terciopelo, madera de lujo (en especial flautas y clarinetes), metales brillantes pero nunca deslumbrantes sino refulgentes (tanto trompas como trompetas realmente en estado de gracia) y una cuerda poderosa a la vez que sutil, engrandeciéndose aún más en el vals del Allegretto grazioso – Molto vivace, siempre disciplinada a cada gesto desde el podio, “rubatos” en su sitio, conocedor del detalle aparentemente más nimio pero que consiguió enamorar nota a nota, fraseos claros y pulcros hasta alcanzar la plenitud de ese vivaz, cambiante y embriagador Allegro ma non troppo, auténtica guinda de pastel donde los cellos remataron la excelencia de una sinfonía redonda. En los diez años de vida de la orquesta creo que ha sido su mejor actuación, con uno de esos auténticos directores Maestro que optimizan el trabajo….. Personalmente una alegría corroborar que con buenos mimbres no puede salir un mal cesto, y además tomando forma.
Pablo Alvarez, www.classissima.com, December 17, 2011